No podía más. Clavé mi espada en el suelo intentando mantener el equilibrio sin apenas éxito. De rodillas, contemple como mis manos estaban empapadas en mi propia sangre y como mi conciencia se empezaba a apagar mientras mi rival alzaba su gigantesco martillo para asestarme el golpe de gracia… ¿Iba a morir aquí? ¿Iba a morir tan lejos de mi propio planeta natal Draenor?
Yo había nacido sin ningún talento. Al contrario que mis hermanos y hermanas, yo no tenía ningún vínculo con poderes arcanos o ancestrales, no estaba en sintonía con la naturaleza ni con nuestros ancestros. Al contrario que otros, mi fuerza no venía de mi fe o de mis conocimientos del mundo mágico… Yo sólo tengo mí fuerza física, mi experiencia en combate y los estudios sobre esgrima y estrategia. Yo soy una guerrera, el campo de batalla es mi hábitat natural.
Solté mi espada y deje caer mi escudo. Alcé la vista y vi la sonrisa de quien pretendía ser mi verdugo y, por un momento, le vi sonreír. ¡Se estaba riendo de mí!
Enloquecí, me puse en pie y, con los ojos inyectados en sangre, empuñe mis dos hachas y corrí hacia mi enemigo ignorando el dolor. El gigante estampó su martillo contra el suelo haciendo que el suelo temblase bajo mis pies. Salté encima del martillo y corrí por su brazo y, antes de que tuviera tiempo a reaccionar, mis hachas habían seccionado su cuello.
El gigante provocó casi un terremoto cuando su cuerpo inerte impacto contra el suelo. Ante mi aun había un ejército incontable de monstruos que ansiaban mi sangre. Los señale con una de mis hachas y les grite “Adelante alienígenas, mostradme vuestra ira”
Cargue hacia el grueso de las fuerzas enemigas y durante una eternidad me dedique a exterminar a cualquiera que tuviera la mala suerte de cruzar armas conmigo. La matanza se propagó en cada lugar donde desplegaba mis artes de combate a una velocidad que los gigantes no podían ni soñar en igualar mientras el suelo se convertía en una abominación de pedazos sanguinolentos, la única prueba de lo que habían sido mis enemigos.
La batalla dio un brusco giro en el momento en el que lograron inmovilizarme las piernas; las tenía completamente congeladas y un gigante colocó su martillo por encima de su cabeza para aplastarme contra el suelo. “¡No lo voy a poder parar!” pensé.
El martillo comenzó su periplo hacia mi persona con una velocidad aterradora pero a escasos centímetros de mi cabeza choco con un escudo divino de color anaranjado que provoco que el martillo se deslizase hasta el suelo a través de él y provocase una impresionante lluvia de chispas. Volví la vista atrás y ahí me encontré con una enana me que empezó a gritar “¿Dónde te habías metido, maldita?”, al tiempo que de la varita de otra draenei salían infinidad de llamas que desintegraron todo lo que tenía delante, sin dejar ,si quiera, las cenizas.
El silencio empezó a reinar en el campo de batalla y nosotros éramos los únicos que permanecíamos en pie. Me di cuenta de que era cierto, yo no poseía esos talentos que poseían mis hermanos, pero precisamente por eso los hijos de la oscuridad nunca luchaban solos.
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¿Quizá el léctor no sepa que es un draenei? No hay problema: aquí puedes ver como es Drakkhem
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una PUTI-lla cualquiera?
Que grande peke, me encanta como escribes, a ver si en estos relatos mi pekeña deja su faceta de desequlibrada mental XD
Nada como que tu novia te haga la pelota 😛
Gracias enana!
Si ya sabes que te adoro 😉
Uhm, como gran ignorante del Wow, me vas a permitir flipar con una cosa: ¿Viajes espaciales en una edad media mágica?
A parte de eso, me recuerdan mucho a tus Gild Wars Legends que aun conservo en archivos de texto xD ¿Vas a seguir la historia o es un relato aislado?
Un saludo!
Pues la verdad es que el mundo de WoW es un fantasy raro… Tienes a los gnomos y a los enanos con tecnologias bastante punteras y luego tienes a los draeneis que, efectivamente, estamparon su «nave espacial» contra el planeta donde estan todos…
Si el «lore» de Warcraft es… raro.